Valentín Muro: «Limitar de forma crítica las utopías tecnológicas»

Posted on 12 enero, 2015 por

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Valentín Muro (Buenos Aires, Argentina) investiga sobre muchos de los temas que nos interesan en Practicable: alfabetización crítica en tecnología, la ética hacker, la programación, el mundo maker Hablar con él era un objetivo desde hace casi un año, y hemos tenido la suerte de hacerlo y de poder compartir nuestra conversación con vosotros.

Podéis conocerle mejor si seguís leyendo:

Valentín Muro

1. Conocemos tu “corta” (por lo joven que eres) pero intensa trayectoria incentivando la curiosidad por el hacer y la alfabetización digital. Tus inquietudes son muy amplias y la gente puede hacerse una idea de eso visitando este portfolio de algunas cosas a las que dedicas tu tiempo y esfuerzo. Ahora estudias Filosofía y te especializas en ética hacker entre otras cosas. ¿Te gustaría explicarnos de qué manera relacionas la Tecnología y la Filosofía? ¿Qué es ética hacker?

La filosofía me ofrece distintos acercamientos a mis inquietudes. Me ofrece ‘frameworks’ o esquemas a partir de los cuales pensar aquellos asuntos que provocan mi curiosidad. En el caso particular de la filosofía y tecnología, dediqué el primer tramo de mis estudios a la investigación sobre Inteligencia Artificial y lógica. Me dediqué en última instancia a estudiar la forma en que nos relacionamos con la tecnología y cómo eso afecta nuestro comportamiento. En ese camino es que volví a una de mis motivaciones originales para estudiar filosofía: la ética hacker.

La ética hacker es el conjunto de valores al que generalmente adhieren los hackers. Algunos de estos valores son el compartir abierta y libremente el conocimiento y las herramientas de los que nos servimos, la descentralización del conocimiento, el libre acceso a las computadoras —o herramientas digitales en general—, y el deseo por mejorar al mundo. Por otro lado, los hackers no reclaman que se haga algo, reclaman que se quiten los obstáculos para poder hacerlo ellos mismos. De ahí la importancia del código abierto: si puedo ver el código, puedo buscar y encontrar el error y corregirlo sin depender de nadie.
Por otro lado, la ética hacker ubica a la curiosidad como motor de la producción del conocimiento, y propone la autonomía y libertad de las personas en la exploración de sus intereses. Una de las formas que más me gusta para resumir a la ética hacker es que apunta a que «un mismo problema no deba tener que ser resuelto dos veces».

2. Este año estás trabajando en la realización de un documental, el Hackumental, en el que recorres el mundo recogiendo experiencias de hacedores. ¿En qué fase se encuentra el proyecto? ¿Tienes anécdotas o casos que ya sean reseñables? ¿Te has encontrado dificultades?

El Hackumental tuvo su primer etapa de rodaje en Europa entre enero y marzo de 2014 y luego una breve experiencia en Canadá en abril. Ahora estamos trabajando para subir todo el material de la forma más conveniente al repositorio (de dominio público) para que aquellos interesados puedan usarlo para sus propios cortes. Además, estamos preparando la plataforma para que todos puedan subir su propio material a la colección del Hackumental.

De la experiencia en Europa, y luego Canadá, incorporé muchísimas anécdotas, historias de vida, de personas alucinantes. Afortunadamente, a partir de los viajes comenzamos a corroborar una de las ideas iniciales: que la cultura del hacer es universal; que las personas alrededor del mundo procurarán dejar su marca, explorar su curiosidad y fabricar objetos. Más curioso aún es que las motivaciones suelen ser más o menos las mismas en cualquier lado. Conocimos diseñadores de todo tipo, incluso diseñadoras de moda, académicos, curiosos, hackers informáticos y de todo tipo. Todos makers. Pudimos registrar en unas 17 horas de filmación todo tipo de historias y opiniones super enriquecedoras.

De todos modos, también nos sirvió para encontrar contrastes y lograr identificar un modo de concebir el hacer muy distinto entre el primer mundo y latinoamérica. Mientras que el hacer, o incluso el hackear, en el primer mundo muchas veces es relacionado al ocio o incluso a un lujo, encontramos que en latinoamérica el hackearlo todo es más bien una cuestión de supervivencia. Es de la falta de recursos que surge la creatividad, y del mismo modo se hace por demás evidente que en latinoamérica muchas dificultades para obtener algunos materiales o productos de consumo motivan el desarrollo de soluciones ingeniosas y por demás innovadoras. Como caso extremo, Cuba se convirtió en fuente inmensa de soluciones por demás ingeniosas como respuesta al “periodo especial de paz” luego de la disolución de la URSS.

Lo que más nos está costando con el proyecto es coordinar los diferentes intereses de los colaboradores para trabajar en conjunto. Además, estar detrás de un proyecto de esta magnitud dándole dirección pero al mismo tiempo dejándolo funcionar de la manera más libre y autónoma posible es un desafío enorme que estamos dispuestos a asumir.

3. ¿Cómo se puede colaborar en este documental de código abierto?

Si bien la plataforma y los detalles finales están todavía en desarrollo, la idea es que aquello que resulta del Hackumental, de parte de todos sus colaboradores, pertenece al dominio público. Por eso es que una vez que los detalles estén resueltos, cualquier persona podrá aportar su material al hackumental y cualquiera podrá descargarlo para utilizarlo como guste.

Las maneras de colaborar son muy variadas. Algunas formas de colaborar son filmando material y entrevistas, editando el material registrado, transcribiendo o traduciendo el material, etiquetándolo, preparando piezas de comunicación, cortos, o inclusive desde la programación de la plataforma. Por lo general en razón del conocimiento o intereses de quienes quieran participar y los puntos pendientes en el proyecto es que se acomoda la colaboración de los interesados.

4. En varias ocasiones te defines como “amateur”, defendiendo la formación autodidacta y el aprendizaje colaborativo, algo que está presente en muchos Fablabs o maker spaces de hoy en día pero que muchos podrían criticar con la máxima “Aprendiz de todo, maestro de nada”. ¿Cómo se rebate? ¿Por qué es un modelo óptimo de formación?

La postura del polímata contemporáneo se distingue del polímata renacentista, experto en todo, como un inexperto en muchas cosas. El enfoque está en el conocimiento por amplitud y no por profundidad. Esto no implica dejar de lado completamente la especialización en un asunto, es casi inevitable que eso suceda. En cambio, se trata de prestarle atención a aquellas cosas que quizás nos interesan aunque no lo suficiente como para dedicarnos completamente a ellas.

Respecto de si la polimatía en este sentido es un ‘modelo óptimo de formación’, no estaría tan seguro. Creo que concebir modelos universales de aprendizaje va en contra de lo que sabemos respecto de la forma en que aprenden las personas. Por ejemplo, a partir de Howard Gardner y la teoría de las inteligencias múltiples es que podemos reconocer que no todos aprendemos de la misma manera. Sí creo que la educación orientada por la curiosidad es superior a aquella que está orientada por una currícula que no genera compromiso en quienes deben seguirla. A veces no se trata de lo que aprendemos, sino de cómo lo aprendemos.

La educación basada en la curiosidad apunta a generar el perfil de polímatas en sus estudiantes porque por principio no limita aquello sobre lo que pueden aprender y en todo caso lo que hace es intentar expandir los intereses y no acotarlos. Para un mundo que está en constante cambio, a un ritmo cada vez más acelerado, es necesario contar con mentes versátiles, que puedan sentirse preparadas para lidiar con cualquier tipo de situación que se presente. Incluso de acuerdo al más feroz capitalismo, la fuerza laboral que es necesaria es una que pueda desenvolverse creativamente y con absoluto dinamismo. La estabilidad se convirtió en un cuento que nos contaban antes de irnos a dormir, las empresas que tenían una vida promedio de 75 años ahora no llegan a los 15, y así y así. La mayoría de las profesiones requeridas para cuando los niños que hoy están en edad escolar dejen el sistema educativo aún no fueron siquiera inventadas. Por estos y muchos otros motivos tenemos que educar focalizados en la habilidad más importante que podemos darle a nuestros estudiantes: la habilidad de adquirir nuevas habilidades.

De hecho, la discusión sobre las mismas profesiones es obsoleta. Debemos contemplar en nuestros modelos de negocios y proyecciones económicas las habilidades y no las profesiones. Los perfiles de las personas no deberían depender de un oficio, sino de la capacidad de desenvolverse en lo que históricamente vincularíamos con las profesiones. Tampoco se trata de una cruzada en contra de la especialización, pero sí estamos frente a un crucial llamado de atención respecto de cómo debemos formar a los trabajadores de mañana. No para que sepan hacer algo específico, sino para que sea lo que sea que se presente se sientan confiados de poder atender y superar exitosamente los desafíos.

5. En tu charla TEDx, señalas que tu curiosidad de investigar cómo funcionan las cosas nació a raíz de un libro (¿cuál?) que tenías de pequeño. En tu opinión, ¿se motiva suficientemente a los niños para desarrollar estas inquietudes en los modelos educativos actuales? ¿Qué se puede hacer para cambiar esto? ¿Por qué sería importante mejorar esta motivación?

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Mi curiosidad por entender cómo funcionan las cosas, creo, no tiene mucho de especial. La mayoría de las veces basta con observar a los niños para notar cómo esa curiosidad por entender cómo funciona todo, ese espíritu aventurero, se refleja desde los primeros intentos de gatear como en los primeros experimentos mezclando tierra con agua y muchas veces, comiéndose esos experimentos.

En mi caso tal curiosidad fue atravesada por el libro Cómo funcionan las cosas de David Macaulay. De ningún modo el libro generó la curiosidad, pero sí vale decir que entre sus páginas me sentí a gusto explorándola. Básicamente, sin hacerle asco a nada el autor habla acerca de todo tipo de mecanismos y explica cómo funcionan muchas, pero muchas cosas.

No estoy seguro de que se motive lo suficiente a los chicos para que desarrollen sus inquietudes. La responsabilidad de esta falta de motivación o acompañamiento tiene muchas vertientes. Por un lado, un factor determinante es el tipo de educación que reciban, si es laica o religiosa. De por sí la educación religiosa suele penalizar la curiosidad. La fe está por encima de la evidencia, “el Señor actúa de maneras misteriosas” y demás. Se pondera la autoridad por sobre la investigación, es decir, la receta perfecta para limitar la innovación y el pensamiento científico. Incluso cuando se motiva cierta investigación, se marcan límites: puede cuestionarse todo, excepto esto, esto y esto. El genuino pensamiento científico, inquisitivo, no reconoce límites. Nada debería quedar exento de la pregunta por el por qué y el cómo.

Incluso cuando se trata de educación laica, esto tampoco inmuniza ante la tentación de enseñar de forma reproductiva y no inquisitiva. Esto es, se enseña, se memoriza, se evalúa y se repite el proceso.
Nuevamente, la curiosidad no es algo que se debe brindar a los niños. Difícilmente un niño no sea curioso, a lo sumo nos encontraremos con chicos que efectivamente (en complacencia de padres, docentes, sacerdotes o quien sea) se dejaron de hacer preguntas y ‘acallaron’ su curiosidad. Pero esta sigue siempre allí, latente.
La educación basada en la curiosidad tiene la sencilla pero desafiante tarea de recuperar el espíritu aventurero y científico, en la totalidad de los casos, y acompañarlo, motivarlo, sumarle retos, aportar principalmente preguntas y no respuestas. La importancia detrás de basar nuestra educación en la curiosidad yace en explorar lo desconocido, en promover la búsqueda de nuevas soluciones a los viejos problemas, a criticar y cuestionar todo lo que damos por sentado en pos de encontrar el detalle que fue pasado por alto. La educación basada en la curiosidad atraviesa aquel serendipia que permitió a nuestros antepasados controlar el fuego, pasando por cada gradiente hasta apuntar su mirada hacia las estrellas y la exploración espacial.

6. En tu artículo ¿Lo importante es saber programar?, haces un recorrido por el libro Programa o sé programado de Douglas Rushkoff. El autor del libro alerta de la importancia de la alfabetización tecnológica para que la humanidad no pierda su capacidad de actuar. Se hace un símil con la adquisición del lenguaje o el aprendizaje de la escritura en la que la humanidad no se limitó a aprender a escuchar o a leer si no que necesitó hablar y escribir, de la misma manera que urge que ahora aprendamos el lenguaje de la programación. ¿Hasta dónde estamos en una situación de riesgo?

La diferencia entre el analfabetismo clásico —que alude a la lectoescritura— y el analfabetismo algorítimico es que este último nos pone en severa desventaja frente al software que lentamente adquiere el poder de actuar sobre nuestro mundo. Mientras que los textos que escribimos yacen en libros, etiquetas, sitios web o el soporte que sea sin mucho que hacer cuando no hay un lector, los programas que escribimos al ser interpretados o ejecutados por una computadora actúan sobre nuestro mundo.

El mundo en el que vivimos cada vez más le pertenece a los algoritmos y a medida que ponemos más y más cosas en sus manos perdemos la noción de quién —o qué— está “moviendo los hilos”, como dice Christopher Steiner en su iluminador Automate This (2012). Dominan la mayor parte de las transacciones en la bolsa, los semáforos de las ciudades, las recomendaciones de películas, libros y demás productos culturales que consumimos, incluso se instalan en cada uno de nuestros ámbitos a medida que el ‘internet de las cosas’ (Internet of Things o IoT) se vuelve más popular. Incluso ya fueron aprobados en varias partes del mundo los autos que se manejan solos (o mejor dicho, que son manejados por algoritmos) y no es de extrañar que cada vez se les de más responsabilidades, como los quehaceres domésticos o incluso la atención médica.

Es en vista de este brutal desembarco de lo automático en nuestras vidas que se vuelve absolutamente indispensable entender cómo es posible que a partir de un conjunto finito de instrucciones y reglas para su ejecución —un algoritmo— todo esto sea posible. La importancia de la programación, del alfabetismo algorítimico o tecnológico, recae en la importancia de entender quiénes son estos actores que cada vez tienen mayor influencia en nuestras vidas, conocer sus límites y su funcionamiento para poder limitar de forma crítica las utopías tecnológicas que fácilmente dejan de lado aspectos fundamentales de lo que implica ser humanos.

La tecnología digital, como indica Rushkoff y es seguido por críticos como Evgeny Morozov, apunta a optimizarlo todo y ‘resolver nuestros problemas’. Y si bien estas soluciones muchas veces son en efecto prácticas e incluso óptimas, primero debemos tener mucho cuidado al definir cuál es el problema a resolver.

7. Según él, “no sabemos programar nuestras computadoras ni nos interesa”. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo se puede eliminar esta carencia de motivación?

Supongo que la falta de motivación por entender cómo funcionan los programas de computadora surge en parte porque no es necesario entender eso para usarlos. Podemos usar el lavarropas, el auto o el microondas sin nunca preguntarnos que hay detrás de los gabinetes y tornillos. Del mismo modo, usamos Facebook, un videojuego, un programa de finanzas o lo que sea sin nunca siquiera necesitar entender qué es el código fuente. Y es ahí donde está la importancia de adoptar un uso crítico de la tecnología a partir de la educación. No es necesario entender cómo funciona Facebook para usarlo, pero sí es necesario entender cómo funciona Facebook para que no nos use a nosotros. El asunto con el “programar o ser programado” está en entender que la tecnología actúa tanto como nosotros y si no somos concientes del modo en que eso sucede terminamos siendo funcionales a los programas mismos.

8. ¿Qué herramientas recomiendas para introducir a alguien ajeno en este lenguaje?

Creo que Code Academy es un gran primer acercamiento a la forma en que funcionan los programas. Asimismo, una de las mejores formas de aprender a programar es haciéndolo sobre objetos, jugando con robótica. Si puede darse el primer acercamiento a la programación usando Arduino, por ejemplo, se ve con suma claridad el modo en que los programas pueden actuar físicamente sobre nuestro mundo. Otras herramientas, para los más pequeños, son Scratch —para programar videojuegos de forma visual— y la línea de robótica de LEGO.valentin muro, etica hacker, albetizacion tecnologica